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Animus decrepitus 33
Esta célebre descripción escrita por Jonathan Swift hacia la
segunda década del siglo XVIII, anticipa en tres siglos, el perfil
del pro-hombre daimón del tercer milenio, tan pleno en su
desidia hacia todo lo que significa la vida en relación y al amor
en todas su vertientes.
No se trata de una mera coincidencia, pues Swift reacciona con
visión anticipada contra todo lo que huele a la tortura
oportunista liberal, en un mundo en que los valores humanistas
con áurea se han diluido.
No existe en este misántropo atisbos de confirmar un futuro
promisorio al género humano, ni siquiera deja un mensaje
optimista acerca de lo que presiente: una hecatombe
escatológica sin remisiones ni alternativas posibles.
Con ángeles exterminadores que sobrevuelan la desconexión
de la transmisión sin drones portadores del sentido ausente.
Los yahoos acechan en misión de procesar el mensaje
remasterizado, cual símbolo satánico de una grabación ya
existente de lo que nunca ha acontecido.
El daimón es el ángel caído, el mensajero que ha dejado de
transmitir, ha interrumpido la transmisión, la misión, para
erigirse en mensaje de sí mismo. Para el daimón, "el medio es el
mensaje" (Mcluhan).
Es la rebelión del medio, su emancipación y su caída. En cuanto
a la libertad de expresión, tan proclamada, pronto terminará
bajo todas sus formas.

