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vale decir podarse y desvestirse
de todo su misterio primordial
…
Por lo cual, en presencia de Robot,
y cuando el pedagogo ya iniciaba el discurso,
yo le arrojé a la boca
mi puñado de arena.”
En los primeros versos, Marechal advierte (y nos advierte) que
Robot es un reflejo de la mente humana, una creación mental
humana y que, por lo tanto, el conflicto del ser humano con la
máquina sólo podrá resolverse mediante el desarrollo espiritual
y el autoconocimiento, único camino que tiene el hombre
robotizado para recuperar la esencia de la vida humana. En la
siguiente serie de versos, el poeta, después de meditar
largamente en el desierto, ejecuta la sentencia que implica la
negación y la destrucción de Robot sin permitirle hablar, porque
ya sabe que el discurso de Robot no es auténtico y que, por
consiguiente, no promueve la comunicación; porque sabe que
el discurso de Robot es mera palabrería racionalista, una
dialéctica infernal tendiente a promover y medir el vacío (estrofa
25), un simulacro de la palabra verdadera, del mantra del Verbo,
mediante el cual se comunican todas las consciencias.
El poeta que destruye a Robot rechaza los aspectos infernales
de la ciencia y de la técnica modernas sin por eso desconocer el
lustre de metales alquímicos (estrofa 26) que reside en potencia
en la materia prima de los laboratorios, sin por eso olvidar que,
el que destruye a Robot vuelve a mirar el rostro perdido de la
ciencia (estrofa 3), de una ciencia sagrada de origen espiritual,

