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AMANECERONLINE Apuntes para una historia del Gral. Justo José de Urquiza y el Palacio San José 53
ruidosamente en San José a los gritos de “¡Abajo el tirano Urquiza!”.
“¡Viva el general López Jordán!” Urquiza está tomando mate debajo
del corredor y se incorpora por el bullicio, comienza a entender de
que se trata de un asalto y grita: “¡Son asesinos!”.
Corre a buscar un arma. Los asaltantes se acercan. El general les
espeta: “¡No se mata así a un hombre en su casa, canallas!”,
dándole un disparo en el hombro al pardo Luna. Su ayudante y jefe
de Guardia del Palacio, coronel Carlos Anderson, testigo presencial
de los hechos, explica: “El tuerto Álvarez le tiró con un revólver y le
pegó al lado de la boca: era una herida mortal, sin vuelta. El general
cayó en el vano de la puerta, y en esa posición Nico Coronel le pegó
dos puñaladas y tres el cordobés Luengo, el único que venía de
militar y que lo alcanzó cuando ya, la señora Dolores y Lola, la hija,
tomaban el cuerpo y lo llevaban a una piecita, en la cual se
proféticas: “La sangre de Peñaloza clama venganza, y la venganza encerraron con él yendo a acostarlo en la esquina del frente, donde
será cumplida, sangrienta, reparadora como lo exige la moral, la se conserva hasta ahora, las manchas de sangre en las baldosas”.
justicia y la humanidad ultrajada con ese cruento asesinato. La
historia de los crímenes no está completa. El general Urquiza vive
aún, y el general Urquiza debe también pagar su tributo de sangre a
la ferocidad unitaria, tiene que caer también bajo el puñal de los
asesinos unitarios como todos los próceres del partido federal.
Tiemble ya el general Urquiza; que el puñal de los asesinos se
prepara para descargarlo sobre su cuello, allí, en San José, en medio
del halago de su familia, su sangre ha de enrojecer los salones tan
frecuentados por el partido unitario”.
En el atardecer del 11 de abril de 1870, una partida de 104 hombres
armados, al mando del coronel Robustiano Vera, irrumpieron