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       El último intento                                                                  resistirse a tanta inclemencia. Se escurrió entre las páginas sucias de

                                                                                          un diario vespertino y se quedó muy quieto. Estaba cansado de

                                                                                          soportar ese dolor que le subía por la punta de los dedos y se iba
                                                                                          extendiendo por los brazos hasta querer anidar en el corazón. ¡Pájaro
                                                                                          siniestro, buscando anidar en el hombre!


                                                                                          No. El cuerpo ya no deseaba seguir.



                                                                                          “¡Si pudiese dormir…!” -Pensó.



                                                                                          Cerró los ojos y comenzó a imaginar una playa de arena muy fina y
                                                                                          blanca, con palmeras y un mar siempre azul y limpio. La arena era
                  Norberto Pannone                                                        cálida  y  él  se  recostaba  sobre  ella,  al  tiempo  que  contemplaba
                  Escritor y folclorista. Editó 14 libros, fue vicepresidente de la SADE
                                                                                          asombrado tanta belleza. A lo lejos, un velero buscaba el horizonte
                  y actualmente titular de la Asociación Latinoamericana de Poetas.
                                                                                          inalcanzable.  Logró  ver  la  mano  en  alto  del  navegante  que  lo

      La arena era cálida y él se recostaba sobre ella, al tiempo                         saludaba. Levantó su brazo y respondió al saludo, agitando la suya.
      que contemplaba asombrado tanta belleza



     Las sombras de la noche que recién nacía, se acumularon sobre el

     lugar y el hombre, sentado en el desnudo banco de la plaza comenzó
     a sentir que le quemaban sus estrechas carnes.

     Otra noche más bajo el frío manto de un cielo sin alma.

     Otra noche sin tener un lugar tibio donde guarecer su desheredada
     humanidad de la escarcha.

     El frío crecía montado en la negra bestia de las sombras. Su cuerpo,

     que  tantas  veces  había  soportado  las  hirientes  heladas,  parecía
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