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AMANECERONLINE Animales en los laboratorios, en el mito y la Literatura 47
la que evoca que en los gélidos inviernos rurales contarán los mayores. Y lo mismo sucede con el zorro de El Principito
“Todas las noches, mi abuelo y mi abuela iban a las pocilgas a con su pedido de ser apprivoisé, vale decir, domesticado, socializado,
buscar los tres o cuatro lechones más débiles, les limpiaban las patas adaptado y para tal fin le enseña al hombrecito una rutina para “crear
y los acostaban en su propia cama. Ahí dormirían juntos, las mismas vínculos” (p. 63)
mantas y las mismas sábanas que cubrían los humanos cubrirían “Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste.
también a los animales, mi abuela a un lado de la cama, mi abuelo ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será maravilloso cuando me
en el otro y, entre ellos, tres o cuatro cochinillos que ciertamente domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti.
creerían que estaban en el reino de los cielos.” (p. 157). Y Amaré el ruido del viento en el trigo”. (p. 64). Y todos sus lectores
José Mauro de Vasconcelos (1920-1984) creó a Fray Calabaza y a amaremos, amamos, el ruido del viento en el trigo.
una lagartija, Zefineta “B”, que lo acompaña durante una estadía en Ternura, poesía, belleza, universos, esperan entre las páginas de
la selva. Calabaza es el hombre que habla dulcemente con los papel o en las pantallas. Están ahí, al alcance de niños, jóvenes y
pájaros y los peces. La lagartija lo escucha, lo ama y a la noche toma ancianos de hoy como de los que lo fueron antes y de los que lo
la palabra en el lenguaje de las lagartijas, para contarle a la vieja tía y serán después, esperando a quienes tengan el corazón dispuesto
al anciano lagarto lo que él dice. Pero un día, cuando su amigo vuelve para cuestiones que no se limiten a la enajención en las cosas, al
a la ciudad, la pobre Zefineta no soporta la pérdida: fetiche de la mercancía y el hiperconsumo, sino que ensayen otros
caminos para atravesar y enriquecer la existencia.
“Necesitaba llorar y no sabía. Relajó su cuerpo y se quedó acostada,
llena de dolor sobre el frío espejo. Miró los ojos…miró los ojos, miró A fin de cuentas “Lo esencial es invisible a los ojos.”
los ojos…Entonces le vino aquel gran dolor. Comprendió que los
hombres vivían tanto porque al llorar evitaban el dolor […] Y el dolor Bibliografía
vino creciendo, doliéndola toda, desde el lomo hasta la punta de los
dedos. Cuando llegó al máximo, no resistió más.” (p. 91) Alconada Mon, Hugo (2021), Pausa 2, Buenos Aires, Planeta.
de Vasconcelos, José Mauro (1977), Las confesiones de Fray Calabaza, Buenos Aires, El
Siguiendo con la emoción, quién puede resistirse al retrato de ese Ateneo.
Platero “pequeño, peludo, suave, tan blando por fuera que se diría Ditranto, Hugo (1986), Fernando, un perro de verdad, Argentina, Ediciones Besaria
Eliade, Mircea (1967), Lo sagrado y lo profano, Madrid, Ediciones Guadarrama
todo de algodón, que no lleva huesos”. El burro con los “espejos de Frazer, James (1980) La rama dorada, México, FCE
azabache de sus ojos” que viene “en un trotecillo alegre que parece De Saint Exupery, Antoine (2015) El Principito, Buenos Aires, Ediciones Libertador
que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal” seguirá encantando a Saramago, José (2007) Las pequeñas memorias, Buenos Aires, Alfaguara
niños de todas las edades, aún a los más pequeños a quienes se lo (2010) Las maletas del viajero, Buenos Aires, Alfaguara