Page 80 - Revista Amanecer - Octubre 2021
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      leche a domicilio, “sin agua” por supuesto. Eso sí, había que
      hervirla por las dudas tres veces subiendo la espuma en la jarra
      lechera.


      Yo tuve el privilegio de ver en la puerta de mi casa a otro tipo de
      lechero. Este era una mezcla de gringo y criollo, que transitaba
      con sus vacas lecheras, dos o tres, y algún ternero, llevándolas
      por  la  calle  y  ordeñándolas    a  pedido.  Más  pura  y  fresca,
      imposible.

      De  vendedores  hablando  estaba  el  de  gallinas  vivas,  si  era
      humilde colgaban de un palo, más pudiente, en carro con jaulas.
      Se las transportaban vivas para mostrar su calidad y sanidad. Si
      la patrona no la quería matar, ahí mismo en la puerta, lo hacia el
      comerciante “torciéndole el pescuezo”.


      Los pescados de río, y los churros (factura cilíndrica de harina,
      sal y agua, espolvoreada con azúcar) se transportaban a pie en
      canastas y se ofrecían de puerta a puerta.


      Pero el que se lleva la medalla de oro de mis recuerdos era el
      “pavero”. Que tipo increíble, iba por la calle llevando por lo
      menos  cincuenta  pavos  vivos  que  caminaban  en  manada.
      “Pavero, señoraaa…vea que pavos” Si había interés, luego de
      tratado el precio, dirigía ella, la compradora, su dedo mortal y
      zas,  lo elegía, sonaba el pavo si era para la fiesta de mañana.

      También podía salvarse unas semanas si iba a parar al gallinero
      para engordar para fin de año, porque todavía muchas casas
      tenían en el fondo del terreno esa instalación.


      De todos ellos uno, muy raro de ver hoy, ha sobrevivido de esas
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