Page 39 - Revista Amanecer - Octubre 2021
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Lenguaje oculto 37
finales del Romanticismo, en 1868, Gustavo Adolfo Bécquer,
quien siempre sintió una profunda admiración por el poeta
norteamericano, influenciado seguramente por ese texto,
escribe una de sus rimas más memorables: “Cerraron sus
ojos”, tomando la figura de la joven que ha muerto en la plenitud
de su belleza. Ya desde los versos iniciales, la poesía nos ciñe en
el clima propicio del gótico, desde esa habitación apenas
iluminada por el cirio expandiendo la sombra de esa muerta
sobre la pared, junto al verso que martillea la repetición, cada
tres estrofas, del: Dios mío, qué solos se quedan los muertos .
Pero esta vez no es la voz del ave quien repite la sentencia, sino
la del propio poeta que encarna el destino de lo humano: ¡”Dios
mío, qué solos se quedan los muertos”!
Justo es también mencionar que un Charles Baudelaire joven,
por la gran admiración que sentía hacia Poe se convierte en el
primero que lo traduce al francés y toma del gran poeta
norteamericano el culto de la noche y el fatalismo.
Muchas son las voces a las que podría seguir aludiendo o
citando en este espacio ceñido a la creación, donde el alma se
abisma en procura de lo incitante, que no siempre es lo certero.
Pero el tiempo apremia; el ocaso ya desdibuja las cúpulas y nos
invita, una vez más, a rondar su aventura insospechada. Hora
del señalamiento para el encuentro con las criaturas de la
Noche, aquellas que, de una u otra manera, se adentrarán en
nuestro territorio para hacernos más comprensible lo
incomprensible y poder así ir deshilvanando la espesa, la oscura
trama del Misterio.

