Page 42 - Revista Amanecer Online Abril 2022
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sin emoción, lo evoco como un hombre sencillo, amable carismático
y de una genuina humildad; más bien tímido, con mucho de niño,
siempre predispuesto al diálogo con los que se acercaban para
saludarlo. Es más, estar cerca de él nunca dejaba de ser motivo para
entablar una animada conversación. Tenía familiares en la provincia
de Santa Fe que visitó en su primera visita. “Amo l'Argentina dove ho
anche radici da parte di mía mama. La tua gente è meravigliosa”,
(Amo a la Argentina donde también tengo raíces por parte de mi
madre. Su gente es maravillosa), enfatizó. Al gran Luciano, le
interesaba todo y se interesaba por todos. Fue también un humanista
y un mecenas.
Mi amigo, el periodista Roland Truffaut, contaba que coincidió con él
en un avión donde le tocó en suerte sentarse a su lado, y que la
conversación del tenor, que lo aterraban los viajes aéreos, no le
permitió cerrar un ojo durante el vuelo de Nueva York a Roma.
“Nunca lo imaginé tan conversador y divertido. Ante mi asombro, me
tendió la mano y me dijo quién era. Como si yo no lo supiera; a partir
de esa presentación no paro de hablar. Era un auténtico “monello”,
como le dicen los italianos a las personas que hacen bromas, ríen y
critican a más no poder. Esa actitud burlona alcanzó de pronto a una
azafata, que le pareció excedida de nariz y luego le hizo una broma al
comandante, que lo fue a saludar, porque era de baja estatura.
“Menos mal que este piloto no se dedicó a jugar al basketball; para
poner la pelota en el aro le hubieran debido facilitarle una silla o una
escalera”, sonrió en el oído de Roland.
En 1996, en una memorable visita a la Argentina, la señora Amalia
Lacroze de Fortabat realizó en su casa un coctel en su homenaje.