Page 58 - Revista Amanecer Online AGO/SEP 2022
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                                                                                          tan famoso como su Manifiesto Groc de Barcelona (1928), y también
                                                                                          escribiría best-sellers como La vida secreta de Salvador Dalí (1942),

                                                                                          50 secretos de artesanía mágica (1948) y Diario de un genio (1954).
                                                                                          Sus telas hicieron subir los precios de las bolsas de arte y hasta
                                                                                          llegaron a comercializarse falsificaciones a gran escala, incluyendo
                                                                                          algunas que no pocos expertos sospecharon hechas por el propio
                                                                                          Dalí. Tal vez un truco para obtener dinero extra, seguramente un
                                                                                          ardid para robarle espacio a sus imitadores.


                                                                                          Y luego estuvo su declarada ambición de figurar junto a los grandes
                                                                                          de la cultura universal, para lo que urdió originales ilustraciones de
                                                                                          libros como el Don Quijote de la Mancha o Los cantos de Maldoror,
                                                                                          de Lautreamont, pequeñas obras maestras como la “corrección”,
                                                                                          pincel en mano, de los grabados de Goya. Todo en Dalí era un asunto

                                                                                          “personal”, un modo de decir: “Soy yo, y ningún otro”. De hecho,
                                                                                          para dejar su sombrío pasado atrás, necesitó retratar a su odioso
                                                                                          padre (1925) y a su hermano muerto (1963), aquel a quien sustituyó
                                                                                          de niño y que, desde ultratumba, le quitaba el sueño.
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