Page 92 - Revista Amanecer - Octubre 2021
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      Y otras familias que ya no puedo recordar. De las familias que
      enriquecieron  mi  infancia  quiero  evocar  a  los  Sielski  cuya
      amistad fue larga en el tiempo. Tal vez porque hace muy poco
      falleció Coshu, tal vez porque al terminar mi niñez murió María
      Manuela y dormí tres noches en esa casa mientras velaban a mi
      madre en la mía. Esas tres noches mi padre me llevaba a cenar

      con ellos, entre la confusión y el dolor, desde la fatalidad y el
      desamparo. Este hecho produjo en mí una mitología privada, un
      símbolo que predicó lecturas interiores y permanece incólume.

      La ternura, el afecto, las caricias y los besos de esos padres han
      quedado grabados en lo más profundo de mí. Una familia de
      origen polaco y ucraniano. Y dos hijos: el mayor, Coshu; el
      menor Ñuni. Profundamente católicos sin concurrir a la iglesia,
      con  historias  fabulosas  o  genuinas.  Profundamente
      antiestalinistas,  antifacistas.  Tenían  humor  y  anécdotas
      desopilantes,  aún  en  momentos  trágicos.  Al  entrar  a  ese
      departamento  el  afecto,  la  simpatía  se  hacía  presente  de

      inmediato.

      Silvio, hijo de Coshu, está radicado en Nueva York desde hace
      años; casado, vive con su mujer y sus dos hijas. Me envía unas
      fotos y me escribe: “Mi abuelo era Nicolás Sielski, yo siempre lo
      llamé Lash,  recuerdo que decía que era de Galitzia, Polonia. Mi
      abuela, Anastasia Senyk, a quien siempre llamé Ani, nació en
      Podhorce,  Polonia.  Aunque  Podhorce  era  parte  de  Polonia
      cuando ella nació, anteriormente era Ucrania, ese era el origen
      de su familia. Mi papá nació en Buenos Aires, Nicolás Alberto
      Sielski, la familia siempre lo llamó Coshu, y su hermano Ñuñi,

      que nació también en Buenos Aires, se llamaba Julio Enrique
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