Page 64 - Revista Amanecer - Octubre 2021
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      se realizaban para que nadie resultara herido?. Los caballeros
      eran muy orgullosos, “espíritu deportivo” todavía no se había
      instaurado y a muchos no les gustaba ser derrotados más si
      había damas presentes, esta es una verdad incuestionable, su
      honor  era  “mancillado”  y  al  menor  indicio  de  una  derrota
      comenzaba “la otra pelea”, la que terminaba generalmente con

      uno de los caballeros heridos y cuando no …, muerto. Todo a
      pesar de las medidas de seguridad que se ponían.

      Incluso en guerra la oportunidad era propicia para probar el
      valor y ganar honra. Lo vemos cuando se libro la batalla de
      Poitiers en 1356 durante la llamada Guerra de los Cien Años que
      enfrentó a Francia e Inglaterra. En una pausa del combate, un
      caballero francés, Eustance d´Aubrecicourt , salió de sus filas
      montando su caballo desafiando a los ingleses, su reto fue de
      inmediato respondido por Luis de Recombers. A pesar de que
      ambos  resultaron  con  heridas  leves,  la  acción  marcó  un
      acontecimiento social importante en medio de una batalla.


      Lo más insólito de este panorama caballeresco lo encontramos
      en 1240 en los túneles de las minas de Montenerau, en las
      cercanías de París. Allí, alumbrados bajo la luz de las antorchas
      se encontraban todos aquellos que buscaban una justa solo por
      el gusto de combatir y saber quién era el mejor. En este lugar
      ocurrió el más insólito y recordado enfrentamiento que registren
      las crónicas. Cuentan que nunca se vio nada igual, el mejor
      duelo entre caballeros jamás visto y cuando los contrincantes,
      cansados, depusieron sus armas en señal de claro empate, el
      barón de Brabanzón se llevó la gran sorpresa al darse cuenta

      con quién se había batido, ni más ni menos que con el rey
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